Mientras soñaba Un espacio para compartir todo aquello que se me pase por la cabeza. Pensamientos, viajes, naturaleza, cocina, moda, música... ¡Anímate a soñar conmigo!

domingo, 25 de mayo de 2014

Merluza al horno con gambas

La receta que os traigo hoy, para variar, es súper sencilla y queda muy rica. La solemos preparar en casa para almorzar los domingos, es un plato que no se tarda mucho en hacer y queda de diez. Un pequeño secreto... casi nos gustan más las patatas que la propia merluza por el sabor que le da todo el acompañamiento. Además, es un plato bastante completo, dado que lleva las proteínas y minerales que aporta el pescado y los carbohidratos que aporta la patata.

Como solía hacer en alguna de las recetas anteriores, incluyo una breve reseña de las propiedades nutricionales de la merluza y sus efectos beneficiosos en nuestro organismo:

La merluza es un pescado blanco con un contenido graso y calórico bajo -aporta en torno a 65 calorías y menos de 2 gramos de grasa por 100 gramos de porción comestible-. Esto se traduce en que es un alimento ideal en dietas equilibradas y saludables porque apenas aporta grasas, y sin embargo sí contiene proteínas de alta calidad, vitaminas y minerales.Eso sí, sin olvidar que se ha de cocinar con técnicas culinarias que no añadan un exceso de grasa al alimento, como, por ejemplo, a la plancha o al horno.

La merluza es rica en proteínas completas o de alto valor biológico y posee diferentes vitaminas y minerales. En relación a las vitaminas que contiene, sin duda alguna la merluza destaca por las diferentes vitaminas del grupo B que podemos encontrar en su carne, entre las que destacamos la vitamina B9 o ácido fólico por ser precisamente fundamental durante el embarazo.

Además, salvo la vitamina B12, todas las vitaminas del grupo B ayudan en el mejor aprovechamiento de los nutrientes energéticos, como es el caso de las grasas, proteínas e hidratos de carbono.

El aporte adecuado de estas vitaminas es esencial porque intervienen en numerosos procesos de gran importancia como la formación de glóbulos rojos, la síntesis de material genético o el funcionamiento del sistema nervioso, entre otros.

En cuanto a los minerales, la merluza posee potasio, fósforo y magnesio, si bien todos ellos están presentes en cantidades medias si se comparan con las contenidas en la mayor parte de los pescados. El potasio es un mineral necesario para el sistema nervioso y la actividad muscular e interviene en el equilibrio de agua dentro y fuera de la célula. El fósforo está presente en huesos y dientes, interviene en el sistema nervioso y la actividad muscular, y participa en procesos de obtención de energía. El magnesio, por su parte, se relaciona con el funcionamiento del intestino, los nervios y los músculos. Además forma parte de huesos y dientes, mejora la inmunidad y posee un suave efecto laxante.

La merluza destaca a su vez por ser un alimento de fácil digestión, interesante en personas que presenten diversos problemas digestivos.

La merluza se considera un alimento básicamente proteico. Proporciona unos 12 gramos de proteína por cada 100g que comemos. Nutricionalmente, las proteínas de la merluza se consideran de muy buena calidad. Sus proteínas son muy completas porque nos aportan todos los aminoácidos esenciales.

Paso a continuación a detallaros los ingredientes y el modo de elaboración de esta receta.

Ingredientes:
400 gr de merluza
400 gr de gambas
2 patatas medianas
2 dientes de ajo
1 ramita de perejil
1 pizca de sazonador avecrem de ajo y perejil
Aceite de oliva virgen extra (nosotros preferimos el de acidez 1º)


En primer lugar deciros que normalmente compramos la merluza congelada. Sí, si, toda una herejía viniendo de asturianos de la costa, pero es que somos bastante desconfiados al comprar este producto "fresco" y más en tierra de secano. Por eso, lo primero sería dejar descongelar el pescado en un plato dentro de la nevera desde la noche anterior. Eliminamos el agua que suelta y yo, por si acaso, la paso varias veces por agua. Hago lo mismo con las gambas, las descongelo, elimino el agüilla y las paso varias veces por agua. 


En una fuente de horno, (yo suelo usar una de vidrio, de las de pyrex) disponemos un buen chorro de aceite y vamos colocando las patatas, que habremos pelado y cortado en láminas, de manera que cubramos todo el fondo de la fuente con ellas. Picamos los ajos muy finitos y los echaremos por encima de las patatas. A continuación, vamos echando sazonador por cada zona de patatas. 

Precalentamos el horno a 220ºC diez minutos aproximadamente y cuando haya pasado dicho tiempo, bajamos la temperatura a 170ºC e introducimos las patatas en el mismo. Dejamos que se vayan haciendo las patatas durante 15 minutos aproximadamente. Cada 5 minutos o así, vamos abriendo el horno y regando las patatas con la salsa del aceite y el sazonador, para que no queden secas por la parte superior y cojan sabor. 

Cuando empiezan a estar un poco blandas, añadimos los lomos de merluza encima de las patatas, echamos un chorrito de aceite por encima y bañamos con la ayuda de una cuchara con la salsa que ya tienen las patatas. Dejamos hacer unos 15 minutos y vamos cada 5 minutos añadiendo un poco de salsa por encima. Por último, añadimos las gambas por encima, las bañamos con la salsa y dejamos hacer unos 10 minutos, controlando como en los anteriores que no se queden secas. 

Luego solo nos queda sacar a la mesa y disfrutar! El resultado de la receta quedaría tal que así... quizás me pasé con las gambas pero ya tenía que gastarlas! 

Rico, rico y las patatas lo mejor. 











sábado, 24 de mayo de 2014

La paradoja de nuestro tiempo

Hoy os traigo un texto del cual desconozco el autor pero que está plenamente de actualidad. Porque es cierto que hoy día disponemos de muchas comodidades que no poseían nuestros antepasados, pero cada día vivimos menos, disfrutamos menos de nuestro tiempo. Estamos atados a trabajos, consumismo, etc y se nos olvida disfrutar con pequeñas cosas de la vida, que son las más grandes. 

A menudo nos ofuscamos con las cosas complicadas, ya sea persiguiendo metas nobles o obsesionándonos por conseguir algo que pensamos que nos hará felices. Pero la felicidad está mucho más cerca de lo que pensamos. Incluso cuando muchas cosas de nuestra vida andan mal, podemos encontrar felicidad si en vez de contemplar lo malo contemplamos lo bueno, por más simple que pueda llegar a ser.

Hay miles de cosas hermosas y buenas frente a nosotros todos los días, pero estamos tan concentrados y preocupados por las cosas malas que todo lo demás se vuelve invisible; solo percibimos lo negativo y esa sombra se vuelve nuestro mundo.

Basta con hacer foco al presente para descubrir toda esa riqueza de la cual nos olvidamos. Estas son algunas de las cuales me hacen feliz:

Trabajar con mis plantas
Pasear por un jardín
Una ruta en la montaña
Pasear al lado del mar
Disfrutar una comida
Reirme con amigos
Reirme solo
Contemplar un atardecer
Sentir las gotas de la lluvia en mi cara
Pisar hojas secas
El olor a tierra mojada cuando llueve
Estar bien abrigada cuando hace frío
La comodidad de la cama después de un día agotador
Escuchar el canto de los pájaros
Escuchar música 
El murmullo de los árboles con el viento
Los aromas
Pasear bajo el sol del invierno
Pisar la hierba descalza
El olor del aire de la noche
El aroma de las tostadas
El aire de la mañana
El abrazo de mi marido para dormir
La sonrisa de mi hija cuando la recojo de la guardería


Os propongo dejar de obsesionaros por las cosas del futuro, ocúpate pero no te preocupes, no dejes que se convierta en tu mundo. No tiene sentido deprimirse. Os propongo mirar todas las riquezas que os rodean ahora mismo, saborearlas y disfrutar de la paz de espíritu que os pueden proporcionar.

El texto del que os hablaba, es el siguiente. Espero os guste.


La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más altos y temperamentos más reducidos, carreteras más anchas y puntos de vista más estrechos.

Gastamos más pero tenemos menos; compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes y familias más chicas, mayores comodidades y menos tiempo.

Tenemos más grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menos capacidad de juicio, más expertos pero más problemas, mejor medicina pero menos bienestar general.

Bebemos demasiado, fumamos demasiado, despilfarramos demasiado, reímos muy poco, manejamos muy rápido, nos enojamos demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco, vemos demasiada televisión y oramos muy rara vez.

Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir.

Como dice alguna canción, hemos añadido años a nuestras vidas, no vida a nuestros años.

Hemos logrado ir y volver de la Luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino.

Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior.

Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.

Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma. Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios.

Escribimos más pero aprendemos menos.

Planeamos más pero logramos menos.

Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar.

Producimos computadoras que pueden procesar mayor información y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.

Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, de hombres de gran talla y cortedad de carácter, de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales.

Hoy en día hay dos ingresos en las familias que aún tienen trabajo, pero más divorcios; casas más lujosas para quienes pueden solventarlas, pero hogares rotos.

Son tiempos de viajes rápidos, pañales desechables, moral descartable, "encuentros de amor" de una noche, cuerpos obesos, y píldoras que hacen todo, desde alegrar y apaciguar, hasta matar...

Son tiempos en que hay mucho en el escaparate y muy poco en la trastienda.

Tiempos en que la tecnología puede hacerte llegar esta carta, y en que tú puedas elegir compartir estas reflexiones o simplemente borrarlas.

Acuérdate de pasar algún tiempo con tus seres queridos, porque ellos no estarán aquí siempre.

Acuérdate de ser amable con quien ahora te admira, porque esa personita crecerá muy pronto y se alejará de ti.

Acuérdate de abrazar a quien tienes cerca, porque ese es el único tesoro que puedes dar con el corazón, sin que te cueste ni un centavo.

Acuérdate de decir "te amo" a tu pareja y a tus seres queridos,. pero sobre todo, dilo sinceramente.

Un beso y un abrazo pueden reparar una herida cuando se dan con toda el alma.

Acuérdate de tomarte de la mano con tu ser querido y atesorar ese momento, porque un día esa persona ya no estará contigo.

Date tiempo para amar y para conversar, y comparte tus más preciadas ideas.

Y siempre recuerda:

La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento,
sino por los extraordinarios momentos que nos lo quitan.


El artículo anterior está claramente inspirado en el poema de El Dalai Lama que también encontré por ahí ...

La paradoja de nuestro tiempo
Tenemos casas más grandes pero familias más pequeñas;
Más comodidades, pero menos tiempo;
Tenemos más títulos, pero menos sentido;
Más conocimiento, pero menos juicio;
Más expertos, pero más problemas;
Más medicinas, pero menos de salubridad;
Hemos estado todo el camino a la luna y de regreso,
pero tenemos problemas para cruzar la calle para conocer al nuevo vecino.
Construimos más computadoras para tener más información para
producir más copias que nunca, pero tenemos menos comunicación.
Nos hemos convertido en mucho la cantidad,
pero poca calidad.
Estos son tiempos de comidas rápidas, pero la digestión lenta;
Hombre alto pero el carácter de corto;
Beneficios elevados pero relaciones superficiales.
Es un momento en que hay mucho en la ventana,
pero no hay nada en la habitación.



miércoles, 21 de mayo de 2014

Ellos vinieron

Con los recortes que hoy tenemos, tanto de derechos como de prestaciones públicas, vemos como el modelo del bienestar va desapareciendo. Hasta hoy hemos disfrutado de lo que con sacrificio y esfuerzo otros lucharon por conseguir y con situaciones más complicadas que las actuales. Y ahora que todo ello parece que está amenazado, hay días que pienso que mucha gente pasa, que parece que el problema no va con ellos, que es problema de otros, que luchen ellos, que a mi no me toca...  ¿no os suena? Que no se engañe nadie, porque esto, tarde o temprano nos alcanzará a todos. Y entonces, ¿quedará alguien? 

Por todo lo anterior, me he acordado de un poema que falsamente se atribuye a Beltor Bretch, cuando en realidad fue escrito (la segunda versión que pongo más abajo, esta es la modificada y que fluye por la red con más facilidad) por Martin Niemöller, el cual comienza con las siguientes palabras: “Cuando los nazis vinieron a buscar los comunistas”.

Primero se llevaron a los negros,
pero a mi no me importó porque yo no lo era.
Enseguida se llevaron a los judíos,
pero a mí no me importó,
porque yo tampoco lo era.
Después detuvieron a los sacerdotes,
pero como yo no soy religioso,
tampoco me importó.
Luego  apresaron a unos comunistas,
pero como yo no soy comunista,
tampoco me importó.
Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde.


         Versión  Niemöller

«Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas
No dije nada
Yo no era comunista.
Cuando vinieron a buscar a los social-demócratas
No dije nada
Yo no era social-demócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas
No dije nada
Yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los católicos
No dije nada
Yo no era católico.
Cuando vinieron a buscar a los judíos
No dije nada
Yo no era judío.
Luego, ellos vinieron a buscarme
Y no quedaba nadie para protestar» 




sábado, 17 de mayo de 2014

Ensalada vips

Esta es una receta para el tupper que me ha salvado más de una vez cuando por las mañanas me arrepiento de no haber preparado nada el día anterior para comer y así no tener que comer un bocata en el trabajo. (Con el tiempo que tengo no me da para comer fuera, que se tarda un montón). No puede ser más simple y la llamo ensalada vips porque solía ser una ensalada que ponían en el menú del famoso grupo de cafeterías de Madrid. 
Es además una combinación de vitaminas y proteínas bastante sana que solía preparar también cuando estaba embarazada y tenía diabetes, porque me entraba dentro de lo que podía comer y las cantidades que podía tomar. Es una tontería de ensalada, pero a mí me encanta.

Las fotos no le hacen justicia porque apenas se ven el queso... solo se ve lechuga, pero tened en cuenta que son de cuando la estaba preparando, las 7.00, después de una noche toledana de mi hijita. 

Ingredientes:
1/2 cogollo de lechuga 
2 tomates medianos
75 gr de queso emmental
100 gr de pechuga de pavo
1 cucharada de aceite de oliva virgen

Lo primero, lavamos las verduras muy bien. Cogemos una hoja de lechuga y la enrollamos para cortarla y que quede bastante picadita (y se asemeje más a la ensalada vips, no tiene más función). 



Quitamos la piel al tomate y lo cortamos en dados. Lo mismo hacemos con el queso emmental y la pechuga de pavo. De esta última suelo comprar estos envases que son una pieza de tipo cilindro, que traen 300 o 400 gramos. Dan para mucho y cuestan mucho menos que los que ya vienen cortados en daditos, aparte de que, a mi parecer, están más sabrosos que los cortados.Para terminar, añadimos la cucharadita por encima de la ensalada, removemos los ingredientes y voilà, ya tenemos una ensalada rica y sana para comer en lugar de un grasiento bocadillo. Nos cogemos una pieza de fruta o un yogur y ya tengo comida.
Yo no lo echaba sal por la hipertensión cuando estaba embarazada y ahora que no lo estoy no lo echo en falta y así compenso con las veces que me paso. 
Espero que os guste.  




domingo, 11 de mayo de 2014

Remar, remar

A propósito de reflexiones que he hecho estos días atrás acerca de la suerte, buena o mala, de las personas, me gustaría compartir con vosotros un texto que leí hace un tiempo.

En cierta ocasión un hombre tomó la decisión de consultar a un sabio sobre los muchos problemas que lo aquejaban. Luego de un agotador viaje hasta el lejano paraje donde residía aquel anciano maestro, el hombre finalmente pudo dar con él:

- Maestro, acudo ante usted porque estoy verdaderamente desesperado, nada de lo que intento me sale bien y ya no sé qué más puedo hacer para progresar en mi vida.
Fue entonces que el sabio maestro le expresó:
- En verdad creo que puedo ayudarte con la raíz de tu problema. Respóndeme ahora: ¿sabes remar?

Un poco confundido por la insólita pregunta, el hombre respondió que si.
Fue entonces que el maestro lo llevó hasta el borde de un lago, juntos subieron a un viejo bote y el hombre empezó a remar con fuerza hacia el centro a solicitud del viejo maestro.
- ¿Va a poder responderme maestro cómo he de obrar para mejorar mi vida? - dijo el hombre, advirtiendo que el maestro gozaba de la vista que se le ofrecía ante sus ojos y del placentero viaje sin demostrar mayores preocupaciones.
- Sigue, sigue remando, no te detengas todavía - dijo éste- puesto que debemos llegar al centro del mismo lago.
Al llegar al centro exacto del lago, el maestro le dijo:
- Arrima tu cara todo lo que puedas al agua y dime qué es lo que puedes observar.
El hombre pasó casi todo su cuerpo por encima de la borda del pequñeo bote. Tratando de no perder el equilibrio acercó su rostro todo lo que pudo al agua, aunque sin entender mucho para qué se lo pedía el maestro.
De improviso, el maestro lo empujó con fuerza y el hombre cayó pesadamente al agua. Al pretender salir del agua, el maestro cogió con firmeza la cabeza del hombre con ambas manos e impidió que pudiera llegar a sacarla del agua.

Desesperado, el hombre manoteó, pataleó, trató inútilmente de gritar bajo el agua hasta que, casi a punto de morir ahogado, el maestro lo soltó y le permitió subir a la superficie para que pudiera respirar libremente.
Al llegar hacia la superficie el hombre, entre toses y ahogos, le preguntó con gritos desesperados al maestro:
- ¿Es que acaso ha perdido la razón, maestro? ¿No se daba cuenta de que yo podía morir ahogado?
Con el rostro plácido, el maestro le preguntó:
- ¿ Cuando estabas en el agua en qué cosas pensabas? ¿Qué era lo que más deseabas en ese preciso momento?
El hombre todavía preso de agitación y nerviosismo le respondió:
- ¡En respirar, maestro, por supuesto que en poder respirar! ¡En qué otra cosa podía pensar sino en poder respirar nuevamente el aire de la vida!
Fue entonces que el sabio maestro le dijo:

- Cuando tú mismo pienses en triunfar con la misma vehemencia con la que pensabas en respirar, en ese preciso momento y no antes, estarás preparado para triunfar. Puedes creerme si te digo que es así de fácil o difícil, según tú mismo quieras verlo. Te digo que a veces resulta necesario llegar al punto del "ahogo" para descubrir el modo en que deben enfocarse los esfuerzos para llegar a realizar nuestras metas más anheladas.


jueves, 8 de mayo de 2014

Champiñones en salsa

Esta es una receta que tomé prestada del libro de Arguiñano llamado "Atrévete a cocinar". Como os podréis imaginar con ese nombre, la receta es para principiantes, no tiene gran complicación y es una guarnición que queda con una salsina de toma pan y moja. Me encanta.
Es una receta ideal como guarnición que acompañe carnes, le da un toque diferente a las típicas patatas fritas , pimientos asados, etc.
Lo suyo, para que quede más rico, es hacerlo con champiñones al natural mejor que los envasados. Yo me compro una bandeja de champiñones ya laminados. Es importante que estén lo más blancos y tersos posibles, eso nos indicará que son más frescos.

Ingredientes:

400 g de champiñones
1 diente de ajo grande
1/2 vaso de vino blanco
1/2 cucharada de harina (opcional, para espesar la salsa)
3 cucharadas de aceite de oliva 
sal
1 guindilla de cayena
perejil picado (opcional)

Si compramos los champiñones enteros, tendremos que remojarlos en agua para que suelten la tierra que puedan llevar. Luego se escurren, se secan con un trapo y se van cortando en láminas o por la mitad, a gusto del consumidor.
Picamos el diente de ajo bien finito. A continuación, calentamos el aceite en una cazuela a fuego suave.Agregamos el ajo y cuando empiece a dorarse incluimos la guindilla y los champiñones. Lo rehogamos durante un par de minutos, si queremos espesar la salsa agregamos la harina y removemos bien para evitar que se queme.
Vertemos el vino y medio vaso de agua sobre la cazuela. Luego sazonamos y dejamos sobre el fuego 20 minutos a fuego medio.
Por último, si os apetece, tras apagar el fuego añadid un poco de perejil picado (como no, el toque Arguiñano), mezclad bien y servid.